Doña Rosa

Doña Rosa frente a su casa
Doña Rosa

DOÑA ROSA

por Jorge “Kapi” Bustos Aldana
2002

       Era un Zihuatanejo tan pequeñito, que no le fue difícil ser un paraíso. Dormitando a la vera de la dulce bahía que le es tan propia, soñaba en los poco que le era necesario soñar.

Zihuatanejo antiguo ca. 1970
Zihuatanejo antiguo ca. 1970

       Una playa de arenas grises, del color del basalto, se delineaba suavemente en una casi parábola, desde la barra de La Boquita, hasta otra, su hermana, la de Las Salinas. Era el descanso de la onda marina que entraba por La Bocana y delicadamente moría en la vieja playa haciendo sisear las arenas y tras el morro de las Escalerillas, tan modificado hoy, escondía sus magias aquel pueblecito recoleto de la vista de los tripulantes de los buques que navegaban frente al puerto.

       Se reclinaba entre su playa y las dos casi únicas calles con las que contaba: la de Juan Álvarez y la entonces breve de Cuauhtémoc. La de Juan Álvarez limitaba a las casas de la playa por el Norte; la otra era la puerta del poblado, la que resolvía en aquel incipiente que iba a Acapulco, despidiéndose en La Curva, hoy también desparecida. Era la rúa comercial en donde despachaban sus cosas de vestir, trabajar y comer: doña María Landa, doña Beatriz Peña de Rodríguez, don Juan Ayvar, doña María Pineda, don Rodolfo Campos, las queridas Landitas y don Salvador Espino. La Fama, efímera casa de compra-venta de semillas. En otros sitios, algunas tiendas, como la Tienda Irma, de doña Griselda Nuñez que vendida por su propietaria, se convirtió en un restaurante que logró fama y que hoy parece ya tener una triste historia.

Palacio Federal, Playa del Puerto, Zihuatanejo
Palacio Federal, Playa del Puerto, Zihuatanejo

       La playa, la Playa del Puerto, como me dijo don Darío Galeana llamaron los vecinos del lugar a “su playa” y la que parece ya no se denomina así, ofrecía en realidad sus límpidas aguas a los porteños. En ella había cosas y sitios inolvidables: los amates, el de junto al viejo y desaparecido Hotel Belmar de Pablito Resendiz que pregonaba su fresca umbría… el Palacio Federal, hoy un museo o intento satisfactorio de museo… las rocas de La Boquita, sitio en que todos nos tomamos fotografías… y la casa de don Fernando Bravo, aquella rústica y breve casita en donde se alojaba la oficina de Telégrafos Nacionales, cuyo titular fue por años el propio don Fernando.

Vecinas Sarita Espino y Aurorita Palacios en la playa frente a la casa de la familia Bravo con Lupita, Socorro y Rosa María Bravo
Vecinas Sarita Espino y Aurorita Palacios en la playa frente a la casa de la familia Bravo con Lupita, Socorro y Rosa María Bravo

       Aquella casa se localizaba en donde hoy se encuentra el edificio que aloja las oficinas de la presidencia municipal (ahora el Restaurante Daniel), a la vera de la playa y, limitante con la calle de Juan Álvarez, era el excelente parque de juegos de los niños.

       Allí residía don Fernando y doña Rosa, su esposa y en donde correteaban a su muy apropiada edad, las entonces tres hijas del matrimonio Rosita, Socorro y Lupita; Fernando llegó a este mundo un poco después, pero también en esta casa.

Rosa Farías de Bravo en Oaxaca modelando un vestido que ella hizo       Doña Rosa era la preciosa compañera de don Fernando. Ella, una guapa señora con el aire norteño tan significativo, casó con el joven telegrafista Fernando Bravo, originario de Petatlán, en uno de esos viajes que hacían con tanta frecuencia los empleados de telégrafos en aquellos ya lejanos años del ya, “México de mis recuerdos”.

       Conocí mucho tiempo a esa hermosa familia que siempre tenía su puerta abierta. La casa modesta, sí; pero la playa que extendía inmediatamente a las puertas que daban al sur, la más deseada ilusión y el mejor recreo de los niños. Al frente, hacia la calle, una explanada amplísima  que, sin riesgo de paso de vehículos, también daba a los chicos una gran seguridad, ya que los automóviles que circulaban en el pueblo no llegaban a cinco, y cuando se aproximaban el ruido del motor se escuchaba conservadoramente a trescientos metros de distancia.

       Doña Rosa fue siempre activa: aquella actividad fue proverbial y no había acción social en la que ella dejara de intervenir de manera determinante.

       Recuerdo aquel Día de la Marina de 1953, fecha en la que ella y sus múltiples amistades organizaron la fiesta, con banquete y todo, en el Palacio Federal (no la casa de piedra como irreverentemente la llaman a ese edificio cuya historia es interesante en la vida de Zihuatanejo). El buque que visitó este puerto, en esa fecha, fue el SOTAVENTO, el Yate Presidencial y a cuyo bordo viajó el almirante, don Mario Rodríguez Malpica, quien invitado al banquete acompañado de capitanes y oficiales y quien agradeció a la gentileza de doña Rosa y sus amigas por aquel festejo inesperado en un lugar como lo era Zihuatanejo.

       Los buenos gustos de doña Rosa brindaban las muy especiales cenas de la Navidad, los días 30 del mes de mayo, día de cumpleaños de don Fer, eran oportunidad de deleite culinario que se fabricaba en la cocina de la casa. Y los bailes y fiestas escolares tan frecuentes, siempre contaban con el auxilio de doña Rosa. Además, se animaba a dar auxilio a los graves señores de la política de aquellos días, en las entonces no tan importantes acciones.

       Mujer de su casa, ordenada y organizada: educada en un ambiente distinto al del sur de México, pronto supo ser costeña, el hogar, siempre primero y el servicio a la comunidad casi paralelo. Así pensaba la entusiasta sonorense y así actuó siempre. Quiero pensar que ella fue otra sincera enamorada de Zihuatanejo.

       Con el correr del tiempo, a las señoras les pareció que el poblado requería de un templo católico. Las damas se reunieron se formó un grupo homogéneo en el cual hacían centro las señoritas que habían tenido la oportunidad de estudiar en Chilapa. Doña Rosa, sin pensarlo mucho, tomó la responsabilidad y aceptó la carga de la construcción del templo.

       Don Darío se encargó de conquistar el corazón de don Carlos Barnard y logró el terreno que hoy ocupa el templo de La Lupita.

       El ingeniero Eduardo Moncebo Benfield diseño la nave, la cual suponía el menor costo posible. Se obtuvo la material. La cubierta y la madera, los pisos, ventanas y puertas… ¿cómo?, pues doña Rosa  su tropilla de señoras y muchachas de aquellos años. Tendieron sus redes  de entusiasmo por toda la región y lograron a base de bailes públicos, kermeses, tómbolas, etc., el reunir el dinero… y lo lograron.

       Un día de aquellos solemnes de la costa, bajo el inclemente sol tropical, aún sin techo se celebró en Zihuatanejo, en el Templo dedicado a Santa María de Guadalupe, la primera boda: Felipe Torres y Minerva Campos. Inolvidables.

Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe ca. 1970
Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe ca. 1970

        El templo se terminó de construir y el señor Clayton, a través de don Darío, obsequió el primer órgano. La familia Alatorre, los pisos del baptisterio y por fin, Zihuatanejo tuvo su lugar de reunión espiritual, gracias a doña Rosa.

Lupita, don Fernando y doña Rosa en los últimos años de la década de los 1980.
Lupita, don Fernando y doña Rosa en los últimos años de la década de los 1980.

       Don Fernando se fue primero. Doña Rosa perdió mucho de su entusiasmo característico con aquella pérdida invaluable. Ahora, también doña Rosa se nos fue. Muchos años han pasado desde aquellos en que se registraron tantos sucedidos, tantas cosas hermosas en aquel Zihuatanejo, mágico y embelesador. El Zihuatanejo de don Salvador Espino, el de don Darío Galeana, el de don Fernando Bravo, de Felipe Palacios, de don Alfredo Gómez, de don Guillermo Leyva, de Máximo Merel, de doña María Ávila, de los hermanos Castro Villalpando, de don Germán Bracamontes, de don Rodolfo Campos, de don Amador Campos Ibarra. El Zihuatanejo de don Juan Ayvar, de Pablito Resendiz y de las aguerridas y alegres gentes de la hoy olvidada Noria… el Zihuatanejo que fue, de doña Rosa Farías de Bravo… doña Rosa.

El Neptuno de Zihuatanejo

Oliverio Maciel Díaz, el Rey Neptuno de Zihuatanejo
Oliverio Maciel Díaz, el Rey Neptuno de Zihuatanejo

A real-life legend of Zihuatanejo, Oliverio Maciel Díaz was born Nov. 12, 1924 here in Zihuatanejo. By the age of 10 he was fishing and free diving,  spending most of his time on and in the water. Friends from that era say he was a true sireno (merman): half man and half fish. By the time the decade of the 50’s rolled around, thanks to the introduction of the “aqualung” to the area by don Carlos Barnard in 1949, Oliverio had become the most proficient local diver, earning the nickname “El Rey Neptuno”, and for the next 4 decades he was sought by the rich, the powerful and the famous to take them diving. He also collaborated with Jacques Yves Cousteau.

Oliverio Maciel Díaz
Oliverio Maciel Díaz

Oliverio eventually became the most sought-after expert who best knew the waters of the entire Costa Grande. He had roles in numerous movies including “La Tintorera”, “Ciclón”, “El Triángulo de las Bermudas”, “El Niño y el Tiburón”, “Beyond the Reef”, “Las Pirañas Aman en Cuaresma”, “Historias del Rey Neptuno”, and “El Día de los Asesinos”. There was even a character dedicated to him in the popular comic “Chanoc”.

During 1955 and 1956 after a lengthy investigation Oliverio searched for and found several cannons and anchors in Zihuatanejo Bay in the area known as El Eslabón, located between Playa La Ropa and Playa La Madera. One of the anchors was attributed to the 60-cannon ship “Centurion” that had been captained by the British corsair George Anson from when he spent time in Zihuatanejo Bay during 1741 and 1742 hunting Spanish ships including the “Nao de China” or the “Galeón de Manila”.

Oliverio Maciel Díaz with anchor
Oliverio Maciel Díaz with Anson’s  anchor

The cannons he recovered were attributed to the Spanish vessel “Nuestra Señora del Monte Carmelo”, known to have been intentionally sunk there by Anson on February 27, 1742. The name of Playa La Madera is allegedly attributed to the wood that washed up on the beach for several years later from this incident, and the name El Eslabón (the chain link) also derives from this incident.  Some of the cannons and artifacts he found can still be seen at the Museo Arqueológico de la Costa Grande on the waterfront of downtown Zihuatanejo, and one of the anchors can still be seen at Playa Las Gatas.

Oliverio founded a diving school and diving tours business as well as a restaurant at Playa Las Gatas, Oliverio’s. The restaurant is run today by his children and grandchildren. During the middle of the 1970’s when Oliverio’s diving business was thriving, my wife Lupita Bravo became not only his apprentice but was considered almost a part of the family.

Los Morros de Potosí
Los Morros de Potosí

One of Lupita’s most cherished memories of that time that I find remarkable is her description of diving near the islets known as Los Morros de Potosí in Bahía de Potosí, just south of Bahía de Zihuatanejo. She says she was diving in crystalline water near the guano-covered islets with Oliverio when all of a sudden she found herself literally eye to eye with one of the greatest hunters of the oceans: a sailfish. She recalls that she grabbed onto and hid behind Oliverio who never moved but who instead floated calmly in front of the great fish, and he urged her to come out from behind him in order to better appreciate the rare experience, an experience she recalls with the same awe now as the day it occurred.

Oliverio lived out his final years in a modest home at Playa Quieta where he died on July 10, 2002. QEPD

Día de Muertos altar for Oliverio
Día de Muertos altar for Oliverio

Día de Muertos altar for Oliverio
Día de Muertos altar for Oliverio